miércoles, 22 de junio de 2011

Funciones de las musas en la literatura


Las Musas son invocadas típicamente al principio, o cerca, de un poema épico o historia clásica griega. Servían de ayuda a un autor, o como auténtico orador del que el autor no era más que la voz. Originalmente la invocación a las musas era una indicación de que el orador se movía en la tradición poética, de acuerdo a las fórmulas establecidas.
Algunos ejemplos clásicos son:
Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos,
que, después de destruir la sacra ciudad de Troya,
anduvo peregrinando larguísimo tiempo
Homero, Odisea I
Cuéntame, Musa, las causas; ofendido qué numen
o dolida por qué la reina de los dioses a sufrir tantas penas
empujó a un hombre de insigne piedad, a hacer frente
a tanta fatiga. ¿Tan grande es la ira del corazón de los dioses?
Virgilio, Eneida I
¡Oh musas, oh altos genios, ayudadme!
¡Oh memoria que apunta lo que vi,
ahora se verá tu auténtica nobleza!
Dante, La Divina ComediaInfierno II
Canta celeste Musa la primera desobediencia del hombre. Y el fruto de aquel árbol prohibido cuyo funesto manjar trajo la muerte al mundo y todos nuestros males con la pérdida del Edén, hasta que un Hombre, más grande, reconquistó para nosotros la mansión bienaventurada
John Milton, El paraíso perdido I
Quién me diera una musa de fuego que os transporte al cielo más brillante de la imaginación; príncipes por actores, un reino por teatro, y reyes que contemplen esta escena pomposa
William Shakespeare, prólogo de Enrique V
Estas, que me dictó, rimas sonoras, culta sí, aunque bucólica Talía
Luis de Góngora, primeros versos de la Fábula de Polifemo y Galatea

Mitología de Apolo


Nacimiento

Cuando Hera descubrió que Leto estaba embarazada y que Zeus era el padre, prohibió que diera a luz en terra firma, o el continente, o cualquier isla del mar. En su deambular, Leto encontró la recién creada isla flotante de Delos, que no era el continente ni una isla real, y dio a luz allí. La isla estaba rodeada de cisnes. Después, Zeus aseguró Delos al fondo del océano. Más tarde esta isla fue consagrada a Apolo.
También se afirma que Hera secuestró a Ilitía, la diosa de los partos, para evitar que Leto diese a luz. Los demás dioses engañaron a Hera para que la dejase ir ofreciéndole un collar de ámbar de ocho metros de largo. Los mitógrafos coinciden en que primero nació Artemisa y ésta ayudó a nacer a Apolo, o que Artemisa nació un día antes que Apolo, en la isla de Ortigia, y que ayudó a Leto a cruzar el mar hasta Delos el día siguiente para dar a luz a Apolo. Apolo nació el 7º día (ἡβδομαγενης) de Targelión, según la tradición delia o en el mes de Bisio según la tradición délfica. Los días 7º y 20º, lunas nueva y llena, estuvieron desde entonces consagrados a él.


Juventud

Cuatro días después de su nacimiento, Apolo mató al dragón ctónico Pitón, que vivía en Delfos junto a la fuente de Castalia. Esta fuente era la que emitía los vapores causantes de que el oráculo de Delfos hiciese sus profecías. Hera envió a la serpiente para perseguir y matar a Leto por todo el mundo. Para proteger a su madre, Apolo suplicó a Hefesto un arco y flecha. Tras recibirlos, Apolo arrinconó a Pitón en la cueva sagrada de Delfos. Apolo mató a Pitón pero fue castigado por ello, ya que Pitón era un hijo de Gea.
Hera envió entonces al gigante Ticio a matar a Leto. Esta vez Apolo fue ayudado por su hermana Artemisa en la protección de su madre. Durante la batalla Zeus cedió finalmente su ayuda y arrojó a Ticio al Tártaro. Allí fue sujetado al suelo de roca, cubriendo nueve acres, y una pareja de buitres le comían el hígado diariamente.

Culto a las musas


La adoración de las Musas señala originalmente a Tracia y Pieria sobre el monte Olimpo, desde donde fue introducido a Beocia, de tal forma que los nombres de las montañas, grutas y fuentes relacionados con su culto fueron igualmente transferidos del norte al sur. Cerca del monte Helicón, se decía que Efialtes y Oto (los Alóadas) les ofrecieron los primeros sacrificios, y en el mismo lugar había un santuario con sus estatuas, las fuentes Hipocrene y Aganipe (por la que a veces eran llamadas Aganípedas), y sobre el monte Leibethrion, que está relacionado con el Helicón, había una gruta consagrada a ellas. Se decía que Píero, un macedonio, fue uno de los primeros en introducir la adoración a las nueve Musas desde Tracia a Tespias, al pie del Helicón. Allí había un templo y estatuas, y los tespios celebraban un solemne festival de las Musas en el Helicón, llamado Museia (Μουσεἲα). El monte Parnaso estaba de igual forma consagrado a ellas, con la fuente de Castalia, cerca de la cual tenían un templo, y la cueva Coricia, por las que eran a veces llamadas Castálidas, Corícides o Coricianas.
Desde Beocia, que se convirtió por tanto en el centro de adoración de las nueve Musas, se extendió más tarde en las regiones adyacentes y más distantes de Grecia. Por esto se encuentra un templo de las Musas en la Academia de Atenas; se les ofrecían sacrificios en Esparta antes de ir a la batalla; en Trecén, donde su culto fue introducido por Ardalo, se les ofrecían sacrificios junto con Hipnos, el dios del sueño; en Corinto tenían consagrada la fuente Pirene, la fuente de Pegaso; en Roma tenían un altar en común con Hércules, quien también era considerado un Musageta, y poseían un templo en Ambracia adornado con sus estatuas.
La adoración a las Musas solía estar también relacionado con el culto heroico de poetas: tanto la tumba de Arquíloco en Tasos como las de Hesíodo y Tamiris en Beocia albergaban festivales en los que las declamaciones poéticas eran acompañadas de sacrificios a las Musas.
Los sacrificios que se les ofrecían consistían en libaciones de agua o leche y de miel. Las diversos epítetos con las que eran designadas por los poetas proceden en su mayor parte de los lugares que les estaban consagrados o en los que eran adoradas, aunque algunos aluden a la dulzura de sus canciones.
Cuando Pitágoras llegó a Crotona, su primer consejo a los crotonienses fue construir un altar a las Musas en el centro de la ciudad, para impulsar la armonía cívica y el aprendizaje.
La biblioteca de Alejandría y su círculo de investigadores se formaron alrededor de un mousaion (‘museo’ o altar de las Musas) cercano a la tumba de Alejandro Magno.
Muchas figuras de la Ilustración buscaron restablecer un «Culto a las Musas» en el siglo XVIII. Una famosa logia masónica en el París prerrevolucionario era llamada Les Neuf Sœurs (‘nueve hermanas’, es decir, nueve Musas), y a ella asistieron Voltaire, Benjamin Franklin, Danton y otros personajes influyentes de la época. Un efecto secundario de este movimiento fue el uso de la palabra museo (originalmente, ‘lugar de culto a las Musas’) para referirse a un lugar destinado a la exhibición pública de conocimiento.

Los orígenes del culto a Apolo


Parece que tanto el Apolo griego como el etrusco llegaron al mar Egeo durante la Edad del Hierro (entre c. 1100 y 800 a. C.) desde Anatolia. Homero le presenta en el bando troyano, contra el aqueo, en la Guerra de Troya. En el Bronce Antiguo (de 1700 a 1200 a. C.) el Aplu hitita y hurrita, como el Apolo homérico, era un dios de las plagas y se parecía al dios ratón Apolo Esmínteo. Hay aquí una situación apotropaica, en la que un dios que originalmente traía la plaga era invocado para acabar con ella, mezclándose con el tiempo por fusión con el dios sanador micénico Peán, que en la Ilíada de Homero era una deidad independiente, el sanador de las heridas de Ares y Hades, En otros autores la palabra pasó a ser un mero epíteto de Apolo en esta faceta de dios de la curación.
Homero ilustró tanto a Peán dios como a la canción con el aspecto de agradecimiento apotropaico o triunfo, y Hesíodo también separó ambas cosas. En la poesía posterior Peán es invocado independientemente como dios de la curación. Es igualmente difícil separar a Peán en el sentido de ‘sanador’ de Peán en el sentido de ‘canción’.
Tales canciones eran originalmente dirigidas a Apolo y posteriormente a otros dioses (como Dioniso, Helios y Asclepio) relacionados con él. Sobre el siglo IV a. C. el peán se convirtió en una simple fórmula de adulación, cuyo objeto era implorar protección contra la enfermedad y la desgracia o bien dar las gracias tras lograr dicha protección. De esta forma Apolo llegó a ser reconocido como dios de la música. Su papel como asesino de Pitón llevó a su asociación con la batalla y la victoria, de donde procede la costumbre romana de que los ejércitos cantasen un peán cuando marchaban y antes de entrar en batalla, cuando una flota abandonaba el puerto y también tras lograr una victoria.
Los vínculos de Apolo con los oráculos parecen también estar relacionados con el deseo de saber el desenlace de una enfermedad. Es el dios de la música y la lira. La curación pertenece a su reino: era el padre de Asclepio, el dios de la medicina. Las Musas eran parte de su séquito, de forma que la música, la historia, la poesía y la danza le pertenecían.

Los mitos de las musas

Las musas son divinidades femeninas que presiden las artes y las ciencias, e inspiraban a los filósofos y a los poetas.
Aunque su número varíe según los autores, por lo general se acepta que son nueve, nacidas de nueve noches seguidas de amor entre Zeus y Mnemósine, una de las titánidas. Las musas son por lo tanto nietas de Urano, el Cielo, y Gea, la Tierra. 
Estas diosas se presentan como cantantes en las fiestas de los dioses, y forman parte del séquito de Apolo. Su primer canto fue el de la victoria de los dioses del Olimpo sobre los Titanes y el establecimiento de un nuevo orden cósmico. Se decía también que acompañaban a los reyes, dándoles las palabras necesarias para gobernar, inspirándoles sabiduría y otorgándoles la virtud de la justicia y la clemencia, con la que se ganaban el amor de sus súbditos.
Las musas se encontraban con frecuencia en el monte Parnaso, que estaba consagrado a Apolo. A los pies de este monte se encontraba la fuente Castalia, en la que los artistas se purificaban antes de entrar al templo del dios. También tenían un santuario en el Helicón, la montaña más alta de Beocia, donde se encuentra la fuente Hipocrene, que surgió de una coz del caballo alado Pegaso.

Apolo

En la mitología griega y romana Apolo (en griego antiguo Ἀπόλλων Apóllōn o Ἀπέλλων Apéllōn) es uno de los más importantes y polifacéticos dioses olímpicos. El ideal del kurós (joven imberbe), Apolo ha sido reconocido variadamente como dios de la luz y el sol; la verdad y la profecía; el tiro con arco; la medicina y la curación; la música, la poesía y las artes; y más. Apolo es hijo de Zeus y Leto y hermano gemelo de la cazadora virgen Artemisa. Es conocido como Apulu en la mitología etrusca, influenciada por la griega. Apolo fue adorado en la antigua religión griega y en la romana, así como en el neohelenismo moderno.
Como patrón de Delfos (Apolo Pitio) era un dios oracular, la deidad profética del Oráculo de Delfos. La medicina y la curación estaban asociadas con él, ya fuera directamente o por mediación de su hijo Asclepio. También era visto como un dios que podía traer la enfermedad y la plaga mortal, además de tener el poder de curarla. Entre sus cargos custodios Apolo tenía dominio sobre los colonos y era el patrón defensor de rebaños y manadas. Como jefe de las Musas (Apolo Musageta) y director de su coro actuaba como dios patrón de la música y la poesía. Hermes creó la lira para él, y el instrumento se convirtió en un atributo común de Apolo. Los himnos cantados en su honor recibían el nombre de peanes.
En la época helenística, especialmente durante el siglo III a. C., pasó como Apollo Helios a ser identificado por los griegos con Helios, dios del sol, y de forma parecida su hermana se equiparó con Selene, diosa de la luna. Sin embargo, en los textos latinos Joseph Fontenrose se declaró incapaz de hallar mezcla alguna de Apolo con Sol entre los poetas augustos del siglo I, ni siquiera en las conjuraciones de Eneas y Latino en la Eneida. Apolo y Helios/Sol permanecieron como seres separados en textos literarios y mitológicos hasta el siglo III.

Las musas

En la mitología griega las musas (en griego antiguo μοῦσαι mousai) eran, según los escritores más antiguos, las diosas inspiradoras de la música y, según las nociones posteriores, divinidades que presidían los diferentes tipos de poesía, así como las artes y las ciencias. Originalmente fueron consideradas ninfas inspiradoras de las fuentes, cerca de las cuales eran adoradas, y llevaron nombres diferentes en distintos lugares, hasta que la adoración tracio-beocia de las nueve Musas se extendió desde Beocia al resto de las regiones de Grecia y al final quedaría generalmente establecida.
Aunque en la mitología romana terminaron siendo identificadas con las camenas, ninfas inspiradoras de las fuentes, en realidad poco tenían que ver con ellas